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10 DIC 2001

El Turismo en Áreas Naturales

Por Luis Castelli

Cuando visitamos un lugar y quedamos maravillados por su paisaje, surge, invariablemente, el deseo de que el mismo perdure, que no sea interrumpido, fragmentado por carteles o edificaciones que conducen, indudablemente, a una ruptura de la armonía con la naturaleza que los rodea.

El Turismo en Áreas Naturales

Cuando visitamos un lugar y quedamos maravillados por su paisaje, surge, invariablemente, el deseo de que el mismo perdure, que no sea interrumpido, fragmentado por carteles o edificaciones que conducen, indudablemente, a una ruptura de la armonía con la naturaleza que los rodea.   

Uno se reconforta al saber que aún no llegaron las cadenas de hamburguesas y marcas a igualarlo todo, a vulgarizarlo, escudadas en un universalismo cultural que propone consumir el mismo producto en cualquier parte del mundo.

Y dan ganas de volver.

Cuando visitamos un lugar y quedamos maravillados por su paisaje, surge, invariablemente, el deseo de que el mismo perdure, que no sea interrumpido, fragmentado por carteles o edificaciones que conducen, indudablemente, a una ruptura de la armonía con la naturaleza que los rodea.

Pienso en la Argentina, en su inmenso potencial, su monumental naturaleza, sus innumerables pueblitos con condiciones turísticas, y la oportunidad de alcanzar un desarrollo equilibrado, que a su vez sea un instrumento para su conservación y no degrade sus paisajes ni silencie sus identidades locales en el ámbito de la globalización. Y en la necesidad de resaltar que todo ello constituye un primordial atractivo, una importantísima fuente de recursos.

Estado actual del Turismo.

 El turismo se ha convertido en una de las industrias más poderosas del mundo, fuente de millones de puestos de trabajo, generadora de un capital que supera el 10% del producto bruto mundial, con un crecimiento sostenido del 260 % solamente entre los años 1970 y 1990, y unos resultados preliminares difundidos por la Organización Mundial del Turismo (OMT) que indican que las llegadas de turistas internacionales crecieron, en 1999, entre un 4 y un 5 por ciento, alcanzando la cantidad de 670 millones para fines de año.

La sola mención de las cifras muestra la importancia y la prioridad que deberían darle los gobiernos a esta actividad, así como su contribución sustancial en términos de divisas -algo así como un ingreso por exportaciones-, en las ganancias, en la creación de puestos de trabajo y, evidentemente, en el aumento de ingresos públicos.    

En particular, el turismo en lugares naturales, representa una pequeña fracción de toda la industria turística. Sin embargo, constituye un segmento que alcanza un índice de crecimiento del 25% anual, resultando particularmente importante en el contexto del desarrollo sustentable al ofrecer el potencial de movilizar recursos del sector privado, que indudablemente impulsan las economías locales y nacionales y, a su vez, generan un incentivo para la conservación de áreas de inmenso valor paisajístico, natural, arqueológico, cultural o de diversidad biológica.

Lamentablemente, existen pocos datos sobre el turismo de naturaleza, pero su impacto económico es notable. En Kenya por ejemplo, el turismo genera anualmente un ingreso superior a 400 millones de dólares; en Ecuador, el Parque de las Islas Galápagos genera unos 54 millones de dólares; en Costa Rica el turismo de naturaleza superó los $600 millones de dólares, y solamente en la reserva del Bosque Nublado se generaran 10 millones cada año.

Este tipo de turismo tiene una marcada influencia sobre diferentes actividades y servicios: hotelería, restaurantes, transporte, deporte, artesanías, cultura, agencias de viaje, operadores y guías de turismo, y no sería erróneo afirmar que, a su vez, estas actividades tienen relación con otros sectores: la construcción, la agricultura, la industria textil, la aseguradora, las diferentes profesiones independientes (abogados, economistas, ingenieros, arquitectos, etc.).

De este modo, el turismo de naturaleza presenta características ideales para el desarrollo de la pequeña y mediana empresa, brindando una oportunidad a aquellas comunidades rurales, ubicadas en lugares remotos, que carecen de las riquezas tradicionales -y por lo tanto su acceso a las inversiones o fondos públicos es limitado-, pero cuentan con un paisaje inolvidable, una vegetación única, con una particular diversidad biológica o, simplemente, con una cultura especial.

Costa Rica, por ejemplo, ha desarrollado un sistema turístico conformado principalmente por hoteles y restaurantes medianos y chicos, en su mayoría de propiedad de personas locales, así como una extensa red de personas -también locales- involucradas en trabajos y servicios del turismo.

Con grandes proyectos, muchas veces impulsados por capitales extranjeros, la mayoría -si no es el total- de las ganancias son remitidas al exterior, y no resulta reinvertida ni gastada en la comunidad receptora del turismo. Algunos estudios hechos en Cancún, por ejemplo, demuestran que solamente se retiene el 20% de los ingresos. El resto se gira a otro lado. El sistema de pequeña escala, en cambio, no solamente requiere de menores inversiones, sino que da una mayor oportunidad a las poblaciones al asegurar que las ganancias sean aplicadas a gastos o inversiones en la propia comunidad.

He aquí un campo excepcional para la cooperación público privada, con participación de las comunidades locales, donde el rol principal del Estado debe consistir en crear la condiciones propicias para la inversión privada local y extranjera, promocionar los lugares de destino, velar por el establecimiento de la seguridad y salud de los turistas, y establecer una zonificación y un uso del suelo adecuado que asegure que los impactos ambientales y sociales del turismo se minimicen.

De este modo puede alcanzarse la protección de los atractivos naturales y culturales del país, identificando los objetivos y oportunidades que, además, ayudarán a generar las ganancias que contribuyan a la protección de los parques, los paisajes, los sitios de importancia natural, histórica, arqueológica o cultural, asegurando así el mantenimiento de la cualidades que dan origen a la intención de conocer o regresar a un lugar.

El impacto ambiental y cultural del Turismo

 El continuo crecimiento del turismo inevitablemente expone a las comunidades locales y a las poblaciones autóctonas a poderosos efectos. Las áreas de sensibilidad ecológica o paisajística están sujetas a los riesgos propios de una mayor presión y consiguiente degradación ambiental, especialmente debido a que la mayoría carece de un manejo y de una preparación adecuada para un significativo crecimiento de los visitantes.

También el turismo produce cambios sobre las culturas locales y quizás sea difícil determinar, sin subjetividad, cuáles cambios son positivos y cuáles no. Sin embargo, pueden plantearse algunas diferencias. El turismo en entornos naturales desarrolla actividades como la observación de vida silvestre, exploración de bosques, buceo, avistaje de ballenas, visitas a sitios de belleza escénica incomparable, etc, que en la mayoría de los casos se compone de grupos de personas con, digamos, una mayor "sensibilidad ambiental". El turismo de masas, en cambio, al tener una escala mayor posee un impacto más notable y podría afirmarse que el tipo de turistas resulta generalmente más indiferente, más inclinado al consumo y tal vez menos predispuesto a entender la cultura o la historia de los lugares. Contrariamente, el turismo de naturaleza, de menor escala, permite mayores posibilidades de participación a las personas locales.

A riesgo de simplificar, podría afirmarse que la oportunidad y el desafío más importante de la actividad turística en la actualidad sea alcanzar un balance entre los beneficios que otorga el uso por parte de los visitantes y el mantenimiento de las condiciones naturales y culturales del área.

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